memorias de un ser obsceno pero libre

miércoles, 8 de octubre de 2008

El sexto con la loca de la colina




La vieja casa de campo del abuelo se econtraba en la parte alta de una colina rocosa y arida, donde alguna vez se creyó que sería el limite de la ciudad. Ahora, no era más que un territorio de muladares y aserraderos de maquinas que deshecharon las antiguas fabricas de la ciudad.
Luego de la muerte del viejo, la familia me señaló como el más indicado para ir continuamente a dar mantenimiento a la casona, con la intensión obscena de venderla a la mayor brevedad posible y arrebatarse de las manos la carroña como hacían aquellos indigentes de la zona donde se hubicaba la casa, por allá, no había mas que parias, adictos terminales, gente miserable y enferma como muertos caminantes.
Era una casa de una sola planta, con salones amplios, paredes y pisos amaderados y muebles resquebrajados que en algún tiempo fueron valiosos. A partir de que la familia me asignara tales tareas, la casona, o el casitillo del conde, como acostumbré a llamarle desde la primer visita que hice allá.
A partir de entonces ibamos todos los jueves, yo y mis nuevos amigos, cinco musicos fracasados adictos a la cocaína, que amablemente me ofrecieron pagar, digamos una renta, porque les prestara la casona libremente, y así lo hice durante alrededor de tres meses.
Aquel jueves, para variar no tenía nada que hacer, en que perder el tiempo, así que decidí caminar hacía la casona, seguro los musicos tendrían algo que invitar para pasar una buena tarde de excesos. Y no me equivocaba.
Al entrar al vestibulo encontré a cuatro de los músicos en pelotas, tirados boca abajo frente a la puerta del baño, espiando por la parte baja de la puerta.
- No hagas ruido, dijeron maliciosamente, el baterista se esta tirando a una ahí en baño.
Me pareció infantil y hasta torpe su actitud, por eso preferí tirarme a reposar sobre lo que quedaba de la mesa de comedor. A los pocos minutos apareció el baterista, un tipo largo de cabellos chinos alborotados, totalmente desnudo y empapado.
- Te estan esperando, me diría señalando hacia la entrada del baño con la verga empuñada.
Caminé allá sin pensar nada, quitandome la ropa durante el trayecto y entre las agudas y carcajadas de los musicos. Entré en el cuarto de baño, una mujer morena de cabello canoso y de estatura baja se lavaba el sexo dando la espalda hacia la entrada.
- Tu eres el sexto, me dijo sin mirarme.
Al acercarme, la reconocí. Una vieja apestosa y loca que deambulaba por los basureros de la zona.
- Acercate, los señores me dieron de comer y me regalaron sus ropas. Acercate, dijo antes de comenzar a chupar mi miembro con ese hocico de perro vagabundo. Luego se lo metió en el coño, que tenía abierto al tamaño del agujero del lavamanos.

Fue la primera vez que hice “el amor”. No volví jamas al castillo del conde, esa casono marcada con el numero seis al entrar.




miércoles, 10 de septiembre de 2008

un poema como aperitivo



Oh dios, tenía una tristeza espantosa,

aquella mujer estaba allí sentada

y me dijo ¿es usted realmente CharlesBukowski?

y yo le dije

dejemos eso no me encuentro bien

tengo una tremenda tristezay lo único que quiero esecharte un polvo

ella se rió

creía que me las estaba dando de listo

y yo no miraba más que a sus piernas largas delgadas celestiales

veía su hígado y sus entrañas temblando

veía a Cristo allí dentrobailando un folk-rock.

todas mis carencias interioresse sublevaron

y fui hacia ellay la tumbé en el sofá

y le levanté el vestido hasta el cuello

y me importó un pito si era una violación o el fin del mundo.

volver a estarahíen un sitioreal

sí, sus bragas estaban en elsuelo.

y mi polla entró,

mi polla entró

oh Dios, mi polla entró

yo era CharlesAlguien.