memorias de un ser obsceno pero libre

domingo, 8 de noviembre de 2009

QUERIDO DIARIO: 1.1




Hoy, por fin, comienzo a escribir estas obscenas memorias: ¿por qué? ¿Para quién? ¿Con qué objetivo?... Vamos…
¡A quién le importa!

Si hay suerte, en pocas horas he de tirarme (por segunda vez) a la mujer más delgada del mundo, que no la más hermosa, aclaro; pero sus gemidos son incomparables.

En aquella ocasión, y me refiero a la primera vez que probé el sabor de la rosada carne del sexo de la mujer más delgada del mundo, a eso de las seis de la tarde arribé a mi ciudad, luego de regresar de un viaje de trabajo sin las mínimas ganas de volver a casa, así que me instalé en el hotel de quinta donde solía llevar a mis parejas de la universidad. Ya en la habitación: intenté leer, fumar un cigarrillo, beber alguna copa, mirar el paisaje desde el corredor al aire libre… en fin, me sentí solo. Recordé que, días antes había hecho contacto web con la chica más delgada del mundo, y ella había dicho que los fines de semana estaba libre, luego abrí el teléfono y le llamé, me dio una dirección y a los quince minutos ahí estaba ella, esperando en una esquina solitaria. Su figura alargada hacia una sombra interminable, subió al coche y nos dirigimos al hotel. Afortunadamente ella (una chica de universidad), no opuso objeciones a que fuese en un hotel nuestra primera cita (punto para mí).

Entramos a la habitación del hotelucho, brindamos con latas de cerveza y charlamos dos o tres tonterías sin carga sexual (punto menos para mí), sin embargo me quedaba claro que había muchas esperanzas donjuanescas con la chica delgada, por ello decidí terminar la cerveza e invitar cordialmente a la chica a pasear por ahí para llevarla a casa.

Terminé la cerveza, me puse de pie y, de pronto vi la media luna incrustada en el obligo de la chica delgada, su vientre plano me llamaba. Ella inmóvil esperándome… C O N T I N U A R A…





...c o m e n z a m o s...

viernes, 15 de mayo de 2009

jueves, 14 de mayo de 2009

Postal desde un jardín espléndido

Nuevas aventuras obscenas me han matenido fuera de este mundo cibernético... aquí unas fotos de un ser casi sobre-humano... ¡Qué delicia... no se opuede creer tanta belleza en un mundo de mierda...!











miércoles, 18 de marzo de 2009

MOTEL ILLUSIONS.


Sonó el teléfono, un mensaje en espera: ESTOY LISTA. NO TENGO MUCHO TIEMPO. ¿VENDRÁS? Al abordar el taxi miré la hora en el tarifario: 13:20.
Otro mensaje de Lore: ME VOY. ¡QUÉ LÁSTIMA! CREÍ QUE ERAS UN HOMBRE ATENTO.
-¿Hacia dónde caballero?, me dijo el taxista sin voltear a mirarme. Al motel de la salida norte, respondí. El conductor levantó los ojos hacia el retrovisor interno, guardó sus comentarios maliciosos debajo de su lengua. Aceleró a fondo.
Conocí a Lore en una sala de chat público. Hotlore, era su Nick name.
MORENA CANDENTE BUSCA A UN HOMBRE INTENSO, ME ENTREGO SIN LIMITES. URGE. Escribió ella al ingresar al sito. Después, las preguntas picantes durante algunos días a la misma hora:



- ¿CUANTO TE MIDE PAPI?
- ¿Estas mojada nena?
- ESTOY DESNUDA VEN A VERME
- ¿Te gusta por detrás?
- ¿COMO ES TU LECHE?
- ¿Gritas mucho cuando de la ponen?
- ¿TE DEPILAS LAS BOLAS?
- ¿Te gustan los piropos obscenos?
- ¿TE GUSTARÍA QUE TE MASTURBE CON MIS TETAS?
- ¿Me chuparías el ano mientras me pajeas?
- LLAMAME LA QUIERO TODA DENTRO.
- Envíame un mensaje cuando estés lista. Yo llegaré pronto.
Mi imaginación había creado una imagen perfecta de Lore, toda una playmate latina, de cabello castaño a media espalda, piernas largas, senos abundantes.
Otro mensaje de Lore: VOY DE SALIDA, ¡QUÉ PÉRDIDA DE TIEMPO!



Ingresamos en un garaje extenso. El cochero tragándose preguntas obvias. Habitación 141. Deténgase. Quédese con el cambio. Toqué el timbre. Una vez más el timbre. Silencio absoluto dentro del portón. Di me día vuelta. El taxi había salido del estacionamiento. Una voz lejana, apagada: CREÍ QUE NO VENDRÍAS. El portón se levantaba sin demasiado ruido. Adentro, un choche deportivo color durazno. ANDA, CIERRA EL PORTÓN, NO TARDES. En el recibidor, un abrigo de lana roja sobre el diván. ¿VAS A QUEDARTE AHÍ? Lore llamándome. La miré de frente. Era alta, unos centímetros más que yo. Sí, morena, de labios carnosos. Las medias negras sostenidas de sedosos ligeros. Su falta pequeñita. Las nalgas a punto de reventar la ropa. ¿QUE TE PARECE PAPÍ? Sus manos masturbándome. Las mías apretándole esas tetas hermosas. Los pezones erectos como pequeños falos. Sus labios jugosos succionándome el glande. ¡DAMELA YA¡ Las esplendidas nalgas de Lore abriéndose. Ella, inclinada sobre la cama me recibía por la parte trasera. Sí, gemía. Hacia casi el escódalo de un parto. Se lo introducía todo, hasta el fondo. De repente lloraba. Luego un profundo: AHHHH AHHHH AHHHHHH… Otra vez gemía. Sus manos apretando las mías contra su entrepierna. El jadeo intenso, imparable. El cabello de Lore sobre la cama. Sobre el piso. Mis manos masajeándole las bolas. Su verga tiesa. ¡Ya no importaba nada! Ella gritaba hondo. Su cuerpo apestaba a sudor masculino mezclado con perfume de señora exótica. ¡Valla peste! La habitación impregnada de olores. Sudor masculino. Perfume para dama. Desodorante para caballero. Semen. Mierda. Cosméticos baratos. Lore tendida sobre la cama, exhausta. Lo que quedaba de ella. Mi semen esparciéndose sobre las medias negras. Los espejos repitiendo la escena interminablemente. Lore reposando boca arriba con los ojos cerrados. La almohada rechoncha sobre la cabecera. Un movimiento rápido. Salgo hacia la cochera. Las llaves en el bolso de Lore. Sus medias negras pican. Enciendo el coche deportivo color durazno. En el retrovisor reviso el maquillaje. Salgo del estacionamiento. Aplico el bilé rojo. La falda me provoca una erección. Me gusta mi cabello largo, castaño. Soy hermosa. Por la tarde iré a ponerme uñas, mechas rojizas.



jueves, 1 de enero de 2009

Era la media noche de aquel viernes siniestro. El taxi se detuvo en el cruce de de una venida amplia, solitaria.
- Esta es la calle, me dijo la voz de la silueta que conducía el vehículo. Y extendió su palma derecha sobre la cabeza para recibir las monedas.
Descendí silenciosamente del coche. La noche estaba helada, hacia un aire seco que me golpeaba el rostro como lo harían cientos de pequeños látigos. El taxi se alejaba al fondo de aquella calle ancha y mal iluminada.
Marqué su número mientras miraba la extensa avenida, con cuidado de no acercarme demasiado a las orillas oscuras.
- Estoy afuera, sal a recibirme, aquí hace un frío que muerde. La ciudad está infestada de militares, abre antes de que pase alguno y me mire. A esta hora andan a la caza de todo lo que respire.
A los pocos minutos, Laura corría el cancel blanco a mis espaldas, tenía el cabello húmedo alborotado sobre el rostro y los hombros, bostezaba hondo.
- Esta mañana encontraron otros tres decapitados en el lote baldío de atrás, dijo de espalda a mi y enredándose en mis brazos, su cuerpo estaba tibio, adormilado. Le acaricié piernas descubiertas, estaban muy suaves, recién depiladas adiviné.
Se desprendió de los brazos y avanzó veloz hacia el fondo de la casa. Al entrar, luego de cruzar el garage, pude ver la silueta de Laura que regresaba de la cocina, depositó dos vasos con tequila blanco en la mesa del recibidor y reclinó su cabeza húmeda contra mi pecho.
- Tienes fuego, preguntó mostrando un cigarrillo que apretaba con sus labios.
- No, contesté, luego de hurgar en mis bolsillos.
- El sofá está mojado, los niños tiraron la soda esta tarde. Vamos adentro para que estés mas cómodo, dijo enredando sus dedos en los míos.
El ingresar a la habitación me empujó por los hombros, casi obligando mi cuerpo a recostarse sobre su cama amplia. La habitación esta oscura, olía jabón floral de tocador y crema con aroma a lavanda. En un rincón al fondo, dos pequeños dormían plácidamente, apenas alcanzaba a distinguir sus figuras, sólo la respiración de ambos se escuchaba dentro de la alcoba. Laura había regresado al recibidor por las copas.
- Creí que nunca te tendría aquí, murmuró durante su regreso.
Levanté la mirada hacia la entrada de la habitación. Ella, Laura, la mujer de cabello alborotado, piernas ágiles y lindas, se había despojado de las bragas azules con que me había recibido al atravesar el cancel blanco. Colocó los vasos en la mesa de noche, entonces pude ver sus cabellos oscuros acariciándole la espalda desnuda, sus nalgas alegres sonriéndome, las piernas como dos delgadas columnas de mármol tenue.
A los pocos minutos, sus dedos me acariciaban el glande y mi lengua recorría sus pezones, cual si fuera uno de los niños durmientes que saboreaba un helado de fresa. Laura se recostó, sus muslos eran dos alas que se levantaban para mostrarme un bosque de vello rizo recién podado. Uno de los pequeños respiraba agitado, se giró contra nosotros, entreabrió los ojos, alcanzó el brazo derecho de su madre y volvió a dormir profundo. Yo entraba en Laura, su interior estaba húmedo, sumamente húmedo, era como penetrar en una alberca privada. Sus piernas me cercaban por la cintura. Encajaba su vientre contra mí con la fuerza de mil bocas succionándolo todo, estaba húmeda, sumamente húmeda.


Afuera, frente al cancel blanco, cerca de 30 militares encapuchados descendían de un carro de guerra y se desplegaban con ligereza a lo largo de la avenida. En la habitación, los gemidos agudos de Laura y mi respiración de bestia enferma se ahogaban en un interminable beso iracundo. Los niños se ponían inquietos, respiraban extraño y uno de ellos parecía que estaba por romper en llanto. Laura hundió su cabeza en la almohada y apoyada en sus rodillas levantó las caderas para ofrecerme el culo en todo su esplendor. También estaba húmedo su ano, se había irrigado de fluido vaginal. Fue fácil acceder. Aquellas nalgas sonreirán todavía más, aseguré una mano sobre su pecho izquierdo, con la otra jalaba sus caderas contra mi. El trasero de Laura me apretaba más cada jadeo. Ella lloraba, reía y al mismo tiempo arrullaba a uno de los pequeños que estaba por despertar. La mierda de Laura, sus gritos doloridos, mis espermas y sudores se mezclaron cuando el niño abrió los ojos y soltó por fin el llanto.
- Tienes que irte, me dijo Laura, todas las mañanas mi marido envía a uno de sus subalternos para que me lleve a comprar el desayuno. Por el niño no te preocupes, sólo no hables, todavía no despierta del todo y entre la oscuridad del cuarto no podrá distinguir, pensara que se trata de su padre.
Mi taxi llegó pronto. Luego de asegúrame de que la calle estaba limpia de militares, con todo cuidado cerré el cancel blanco al salir.
- Tienes fuego, preguntó la sombra que conducía el auto, mostrando un cigarrillo que apretaba con los dientes, vestía un uniforme militar.
Por las calles todavía en penumbra había ambulancias, patrullas de policía y carros de guerra. Laura arrullaba al niño dándole besitos en la cabeza del pene y palmaditas en su pecho. Estaba por amanecer.